Entre los distintos momentos evolutivos, la infancia es considerada un período sensible, debido a la capacidad de modificación y maleabilidad de los circuitos neuronales en relación a lo restante del curso vital. Dicha plasticidad del cerebro, se asocia a una acentuada formación, maduración y estabilización de las sinaptogénesis denotando el impacto de los estímulos del ambiente en una situación de dependencia a los cuidados externos. Por lo tanto, los procesos de maduración del Sistema Nervioso Central requieren interacciones de calidad entre el bebé y sus cuidadores, afectando la adquisición del lenguaje, las funciones cognitivas y la formación del los primeros vínculos afectivos.
Desde esta perspectiva el proceso de desarrollo psicológico en la primera infancia constituye un factor fundamental para la salud mental, exigiendo para esto una comprensión de los procesos de salud-enfermedad-atención sanitaria, centrada en el sujeto y su contexto. El nivel de desarrollo en la infancia esta relacionado con dimensiones vitales en etapas posteriores, tales como el desempeño educativo y académico, indicadores socio-económicos y aspectos de la salud física.
La línea de trabajo aquí propuesta se orienta a este ámbito, enfocada en la atención primaria de salud mental infantil, más específicamente la prevención de los problemas de desarrollo de la primera infancia. Estos son considerados como disturbios en el proceso típico de desarrollo psicológico, incluyendo aquellos relacionados a dificultades subjetivas que afectan el desarrollo del niño sin obstaculizar el proceso de subjetivación, y los problemas en la constitución subjetiva que apuntan a un riesgo de evolución hacia la psicopatología infantil grave, como los Trastornos del Espectro Autista.
Los problemas de desarrollo presentan impactos sociales y epidemiológicos significativos, siendo los servicios brindados a esta población insuficientes en términos de diagnóstico y tratamiento. La prevalencia de problemas en el desarrollo en niños en edad escolar se sitúa entre 10% y 20%, con prevalencias más altas en contextos económicamente desfavorecidos. Sin embargo, su identificación temprana no supera el 50% de los casos con problemas significativos, siendo un desafío para la atención e investigación clínica en salud, en términos de una detección precoz, y la implementación de intervenciones oportunas.
El estudio de estos problemas presupone un análisis del devenir ontogenético como un proceso dinámico de crisis y momentos evolutivos. Por un lado, porque dicho abordaje provee el conocimiento de las conductas y comportamientos esperados en función de las transformaciones subjetivas fundamentales asociadas a la infancia, lo que posibilita la detección de las señales asociadas a estos problemas. Por otro, porque la perspectiva evolutiva identifica los dinamismos psicosociales que organizan y estructuran los procesos de subjetivación, ofreciendo recursos para estrategias de detección e intervención, y así posibilitar la retomada oportuna de las funciones del desarrollo.